Ahí tomamos nuestro descanso y nos dimos un baño rodeados de libélulas de varios colores, incluso algún águila de una especie que no alcancé a identificar pasó sobre nosotros curioseando a estos solitarios intrusos pues en todo el camino no encontramos a nadie más y ni la señal de los celulares puede meter sus narices a Támara.
Cortina de luz
Después de un buen descanso y un criminal masaje en los pies descalzos por cruzar el Río emprendimos el regreso. El gran inconveniente de visitar barrancas es que el camino de regreso siempre es el de subida. Solo que ahora había más sombra de regreso.
Remanso del Río Verde
De camino tuvimos la agradable sorpresa de ver en dos ocasiones manadas de coatíes al lado del camino, brevemente alguna serpiente y muchas aves escapando a nuestro paso. Vimos alguna huella de moto que anduvo esos caminos también. Mejor en motos no vayan, no necesitamos su escape ruidoso por aquí levantando tierra y espantando animales a lo loco.
De regreso hicimos un largo alto en Velo de Novia donde nos refrescamos un poco y nos sentamos a oír el canto de las aves. Así pues regresamos a la camioneta y ya con los últimos rayos del sol subimos en dos intentos la empinada cuesta que lleva de regreso al mirador.
Algún día volveremos a Támara, si vas te aconsejo calzado cómodo para caminar, agua y comida, sombrero para el sol, la carta topográfica F13D57 te puede ser de utilidad (la consigues en el INEGI), binoculares y caminar con sigilo, oídos atentos y ojos bien abiertos.
Hasta la próxima
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