26 de febrero. Fui
con mi estimado Quercus a una reunión que hizo en su casa por su
cumpleaños. Durante un momento estuvimos hablando de caminatas, a
dónde fuimos en épocas pasadas y de los lugares que ahora él
caminaba. Me lamenté un poco en el sedentarismo en el que había
caído y la facilidad con la que había dejado de caminar bajo
cualquier pretexto.
29 de febrero, 13:40
Hrs. Me vuelve la inquietud de sacar este cuerpo a caminar la
barranca, llegar al puente de Arcediano y un poco más. Conforme
pasan los minutos tomo otra decisión, iré mejor a otro lugar, a el
Cerro el Chicharrón, dejaré la barranca para otro día mejor. Así
que tomo lo que puedo y comienzo a arreglar una mochila básica, mi
inventario queda en los siguiente:
- 2 botes de agua.
- Una caja de madera para proteger otras cosas
- Guía de campo de aves
- Binoculares
- El viejo GPS lLowrance
- Mapa topográfico de la zona
- Silbato
- Lámpara
- Libreta de notas.
Es hasta las 16:00
que puedo salir de casa, muy tarde para los viejos estándares pero
ahora hay otras circunstancias, el objetivo: la punta del Cerro el
Chicharrón antes de que caiga el sol. La salida es rápida y
mentalmente no me faltan escusas para quedarme en casa “El sol está
tremendo”, “Ya vas muy tarde” pero aún así salgo. El camino
es relativamente ágil hasta que en el Camino a Tesistán y cerca de
la desviación a Colotlán que sería el camino que yo voy a tomar el
tráfico se torna denso e insoportable dibujando un largo tramo en
rojo en el mapa en el celular -¡Diáblos! La ciudad no me quiere
dejar escapar- ¿Por que ahora hay tanta gente en este camino? Ese
embotellamiento me retrasa más, pero al fin de un rato ya avanzo con
regularidad y llego a Monticello donde desmonto del caballo de metal
( 20.900781° -103.425713°).
No pienso en el sol,
ni que la pendiente está empinada, ni que es tarde, solo que hay un
lugar al que quiero llegar y en el que estuve hace mucho tiempo.
Mochila al hombro comienzo la marcha, rápido un bosque de robles
con sus hojas secar borran la discreción de mis pasos que ya se
enfilan colina arriba, esta vez cargado al este, recuerdo que la
ocasión anterior lo hice cargado al otro lado y pienso si llegaré
al mismo lugar por que ya una cañada me comienza a separar y enfilo
hacia unas peñas. Lo pronunciado de la pendiente le dicen a mi
sedentario cuerpo que has estado demasiado tiempo en esa silla y mis
pulmones que llevan una semana con infección respiratoria empiezan a
reclamar más aire. Pienso que la caminata me sirva para purificarlos
a mis pulmones y un poco a mi espíritu. Todavía no se pone el sol y
ya veo a la luna, está creciente y es más su cara iluminada, antes
eso lo sabría antes de salir pero hoy pienso que su cara iluminada
me servirá en el regreso.
Mis pasos me llevan
cerca de unas peñas y todavía escucho a una animadora de fiesta
infantil del pueblo allá abajo y creo que no estoy lejos de terminar
de subir y dejar atrás a la animadora, a la civilización y por un
breve momento estar sólo el cerro y yo. Finalmente la pendiente se
suaviza, camino detrás de una loma y hay un poco de terreno plano,
la animadora ya no se escucha, el viento rueda las hojas de los
robles, he comenzado a llegar a mi destino y no queda demasiado
lejos. No es mucho lo que tengo que caminar para empezar a verlo y
pienso que estaba más cerca de lo que recordaba.
He llegado
(20.909197° -103.421168°) y con un poco de tiempo de sobra. Así
durante un rato batallo con mi garganta para aclararla y terminar con
ese molesto ataque de tos. Aprovecho para buscar algo que dejé la
última vez que estuve ahí (marzo 2009), pero no lo encuentro aunque
ya no tiene importancia.
Finalmente una
piedra es mi asiento, un cuervo pasa cerca presumiendo sus clavados
en el aire y su escalada por las corrientes termales, me quito los
zapatos para sentir la piedra. Allá abajo se ve buen lugar para
acampar. Seguro que es tranquilo, el cerro casi ni tiene animales de
pastoreo, tal vez algún venado o coyote caminen por aquí pero no vi
ni sus excrementos ni huellas en mi ruta.
De a poco a poco el
sol cae sobre el horizonte y el aire arrecia, vuela mi sombrero, la
luna brilla más, el cielo está claro, no hay nubes que se pinten de
naranja y es una buena tarde para estar conmigo mismo. Paso a paso
llegué al destino y llegué a tiempo, mil excusas me pudieron
detener de no estar ahí en ese momento pero estaba ahí y la tarde
tocaba a su fin y Luis Enrique platicaba con Luis Enrique.
Me quedé hasta que
Orión ya aparecía en el cielo, traía la lámpara pero opté por
que la luna iluminara mi camino, ya lo había hecho así antes y no
podía ser distinto. La bajada es siempre más difícil que la
subida, pero me dije que no tenía ninguna prisa, que podía andar
con pasos pequeños, firmes y volver sobre ellos pero siempre
apuntando a tu azimut.
“Cuando no puedas
caminar sobre hombros de gigantes, pisa en las piedras”
Poco a poco bajé,
el viento nocturno me acompañó, la luna iluminaba mi camino. Es
fácil olvidar esos detalles en la jungla de asfalto, pero es
bueno volver a ellos. Poco a poco mis pies caminaban como solían
hacerlo, con cuidado, buscando suelo firme y con discreción. No
siento miedo de caminar así, a veces es más peligroso caminar en la
ciudad. Paso a paso bajo y se acaba la pendiente y llego a mi
transporte.
Hoy fue un buen día.
Hoy fue un buen día.
El cerro el
Chicharrón está cerca de Tesistán por el camino a Colotlán, es un
poco difícil subir por su pendiente, pero es muy tranquilo allá
arriba. Por la ausencia de basura lo sabes. Son bosques de roble y
con las primeras lluvias se torna verde. Detrás de sus lomas se
apaga el sonido de la ciudad y solo queda el del viento. Es un buen
lugar para un campamento. Google maps.
3 comentarios:
Muy buen relato y que bueno que te animaste a salir de nuevo!
Muy buen relato y que bueno que te animaste a salir de nuevo!
Hola, me agrada leer tus relatos.. yo también soy de gdl.
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